La escena es la siguiente: Don Mendigo, sintiendo la llamada de la naturaleza, se ha visto en la necesidad de orinar en los muros del Castillo de don Nuño Manso de Jarama. Sorprendido en este innoble acto, finge haberse acostado con Don Pero, hecho a su parecer mucho más caballeresco, por el que es enviado a la cárcel. Allí recibe la visita del Marqués de Mantecada, su antiguo amante.
(Mantecada
entrando en escena)
MENDIGO (Asombrado)
¡Mantecada!
Pero, ¿vos?
MANTECADA En efecto.
MENDIGO (Que aún no ha vuelto del
asombro)
En vano pretendo, marqués Mantecada,
hallar las razones que aquí os han
traído.
MANTECADA ¿No sois, por ventura, mi buen
camarada?
MENDIGO ¿”camarada” decís, mi amante bandido?
Penetrando a un Toro me vi
sorprendido,
pues estaba en celo… o de luto...
o nada…
pero estaba oscuro, teníamos ganas
tanta prisa dióse en sacar su
espada
que, un Marqués más bruto la
hubiese rompido.
MANTECADA (Sonriente)
Mentís.
MENDIGO No comprendo que decís.
MANTECADA Será más bien que fingís,
como anoche, ¡vive Dios!
MENDIGO Siempre fuisteis alopático,
hiperprostático y ciático,
y reumático y alcohólico,
y aunque respiráis
asmático,
sabed que yo a los bubónicos
no les invito a mi ático.
Habladme claro Marqués,
que en esta cárcel sombría
tenerte aquí
todo el día
consuelo y
alivio es.
MANTECADA Claro he de hablar, a fe mía.
Si vos fuéseis violador,
o por zoófilo os tuviera,
juro a Dios que os escupiera
a la frente, con razón;
Mas
sé, marqués,...¡lo sé yo!
que en esta torre cautivo
mi degenerado amigo
jamás en amar soñó;
que si en un castillo entró,
no entró en él para violar
al astado de un corral
que en nada recuerda a mí..
sino que entró en él... ¡¡Sí!!
Lo juro...¡para mear!
MENDIGO (indignado por la calumnia)
¡Miente
quien tal cosa diga!
MANTECADA El que lo admitáis no espero;
pues raro es que un caballero
vacíe así la
vejiga,
-salvo cuando el vino obliga-.
Pero, por casualidad,
sin traición a la lealtad,
que tal cosa en mí no cabe,
como todo al
fin se sabe,
yo he sabido la verdad.
MENDIGO (Irónico)
¿Con la verdad disteis?
MANTECADA Sí
MENDIGO ¡Pues suerte tuvisteis!
MANTECADA ¡Oh!
MENDIGO ¿Y si os engañaseis?
MANTECADA ¡No!
MENDIGO ¿Y sabéis que yo...? (se señala la entrepierna)
MANTECADA Lo sé.
MENDIGO ¿Pero cómo...? (avergonzado)
MANTECADA Os lo diré:
Ha
de antiguo la costumbre
mi padre, el barón de Mies,
de descender de la cumbre
y castrar nobles con lumbre:
ya sabéis vos como es.
Con la lumbre del farol;
se la quema presurosa,
cautelosa, recelosa,
a él le seda de un mazazo,
se le corta y... a otra cosa.
MENDIGO ¿Y a qué viene, ¡vive el cielo!,
Sabiendo que estoy en celo,
contarme esa gamberrada
de la lumbre y de la espada?
¿Queréis cortarme el rolluelo?
MANTECADA Viene, amigo, a que el barón
cierta noche que castraba
con la luz y el esquilón,
a su lista de capados
el nombre vuestro añadió .
MENDIGO Acaso el barón soñaba...
MANTECADA Y otra noche vió algo más...
MENDIGO ¡Qué me decís, vive Dios!...
MANTECADA Que os vio..., borracho quizás,
huir tras una esquina... y, zas,
ahí mismo meásteis vos.
(Don Mendo baja los ojos y se
deja caer abatido sobre el camastro.)
Y esto, D. Mendo, tal vez,
al mundo ha escandalizado,
pero
don Pero, ¡Rediez!,
aún más de vos se ha prendado.
Pero su suegro no es bobo,
y,
lógicamente opina
que la violación del Toro
sólo fue una pantomima.
Y él, que ya anda mal del riego
o que ve perder el juego
tu valor trocó en perfidia,
quiere verte, por envidia,
además de eunuco, ciego.
Más no he de dejarle, ¡No!
MENDIGO ¿Y es caballero
el que espera
que no sea yo caballero?
que no sea yo caballero?
MANTECADA ¿Y es caballero, marqués,
el que por una meada
muere vilmente?
MENDIGO ¡Lo es!
MANTECADA Basta, pues.
Y en premio a la poca hombría,
que de vos queda este día;
en premio a esa perversión,
te entrego esta daga mia. (Se
la entrega)
MENDIGO (Lo abraza conmovido)
¡Mantecada! ¡Vuestra mano!
concededme si sois hombre!...
MANTECADA ¿Me pretendéis?
MENDIGO No os asombre
que el estar aquí encerrado
en niño convierta a un hombre.
(Lo abraza de nuevo)
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